Aun es tiempo de comentar el macabro espectáculo de las piernas del suboficial del ejército, Edward Avila, colgadas en una malla de un colegio en Convención, Santander, colocadas allí por desconocidos luego de haberlas perdido en una explosión que se motivó al pisar una mina al momento de atender una misión especial.
Los informes de prensa señalan que vecinos del lugar de la tragedia aseguran no haber visto quién las pudo haber colocado allí.
Voceros del ejército , como siempre ocurre, procedieron a culpar a miembros del ELN de la salvaje acción, lo cual, como era de esperarse, produjo el rechazo general de los colombianos quienes se hallan cansados de un conflicto que ha dado para todo tipo de depravación.
Mientras los del ejército culpan al Eln, éstos por su parte desmienten tal versión y han solicitado del gobierno conforme una comisión especial para que adelante la correspondiente investigación que permita esclarecer plenamente, cómo ocurrieron los hechos.
Tanto el ejército como los subversivos se mantendrán en sus mutuas acusaciones, con lo cual solamente la opinión pública es la que tendrá que sacar sus propias conclusiones. Y es así, porque lo que se vive en Colombia es una guerra que nos trae a la memoria los cruentos hechos desarrollados en la Nueva Granada, cuando los representantes de la Corona eran capaces de las más crueles acciones con tal de satisfacer al rey.
Aqui no se quiere complacer a un rey pero sí al jefe o jefes de la extrema derecha, quienes aparecen como desalmados que se valen de toda clase de estrategias, tácticas para mantener el domin io en un país al que le han exprimido hasta el dolor del pueblo.
Y como en la colonia, seguirán apareciendo, a manera de " escarmiento", piernas, cabezas, manos o cualquier otra parte de una vida que reclamaba equidad, justicia para una digna existencia. .
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