El partido liberal, después de su paso por el Frente Nacional, acuerdo bipartidista establecido como fórmula salvadora para frenar la violencia que enfrentaba Colombia como consecuencia del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, entró en un estado de sopor cuando sus máximas figuras le dieron prelación a lo burocrático mientras sus bases cayeron en un absoluto desgano electoral, llevándolo a perder su antigua fuerza en el congreso.
Gradualmente las mayorías que hablaban de un partido con una fuerte asecendencia sobre un alto porcentadje de la población colombiana empezó a desapareecer y sus candidatos a perder aquel volumen de votos que los llevaban a obtener arrolladores triunfos.
Las abiertas diferencias entre sus más altos exponentes permitió que el conservatismo volviera a alcanzar la fuerza que llevó a Laureano Gómez al poder, quedando evidenciado con el surgimiento, a finales del siglo XX, de Cambio Radical y el Uribismo, sectores sin ideologias de base pero que en su lugar, b uscaban hacerse al poder para entrar a manejar las riendas de un pais que empezó a ser dominado por la fuerte influencia del narcotráfico y el paramilitarismo.
Hoy, cuando nos hallamos a las puertas de una nueva jornada electoral para escoger presidente, el liberalismo muestra esa misma situación, notables diferencias de criterio entre las figuras que vienen surgiendo y las que ya han jugado un papel protagónico en el seno de la colectividad roja.
La única realidad evidente es que tanto curtidos como jóvenes figuras del pattido tienen que deponer intrereses personales para luchar por la recuperación de unas bases atomizadas por los intereses burocráticos y de otro tipo, de unos pocos, quienes prefirieron luchar por su conveniencia personal , dejandole al pueblo todos los malestares de la precariedad.
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