miércoles, 23 de septiembre de 2015

Habrá paz en un país forjado en el crimen político?

Esta pregunta representa la inquietud de quienes, en la medida de sus posibilidades, alzan su voz para reclamar la paz para  una nación cuyas últimas generaciones  han crecido en la violencia.
Es normal que entre la mayoría de la población exista el escepticismo  en torno a la definitiva obtención de tan preciado propósito debido a los alcances que en todo orden guardan  los sectores que desde su orilla, o mejor, desde su guarida, actúan porque ese ideal de un presidente y la ciudadanía, no se concrete.
Los diálogos de la Habana hablan de una posibilidad que se halla a la vuelta de la esquina, mientras desde la orilla opuesta se pretende lo contrario.
Las cifras para el notable pesimismo son dicientes. En lo que va del presente año han caído asesinados sesenta y nueve líderes, diez de ellos en los últimos tres meses. La preocupante cifra la completan las más de quinientas personas  amenazadas de muerte , al parecer, por parte de bandas conformadas por exintegrantes de las autodefensas. No se pueden olvidar los centenares de viles crímenes y desplazados ocurridos a lo largo de más de sesenta años de la antihistoria colombiana.
Ante tal realidad, hasta dónde puede llegar  el compromiso del gobierno Santos y venidero, para que a los desmovilizados de la subversión se les respete la vida y se les permita, según los acuerdos a celebrarse, incursionar  en política y cumplir con su proselitismo, como sí lo hacen a sus anchas los generadores de la actual violencia?
No serán suficientes, enton ces, los acuerdos, las normas jurídicas a las que se acuda para darle legalidad a la desmovilización guerrillera, si al estado  se le hará imposible conseguir que el ingreso de ésta a la vida civil, no se cumple dentro de lo pactado. Si el gobierno pretende para el pueblo una anhelada paz, tendrá que acudir a toda su disposición logística para que se ponga fuera de lugar, de manera definitiva, a los enemigos de la paz y a sus brazos armados.

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