sábado, 28 de febrero de 2015

La mezquindad capitalista, el mejor aliciente a las guerras en el mundo

Nunca será exceso abordar éste tema.
A los amigos norteamericanos no se les debe culpar porque quieran sacarle ventaja económica a todo, puesto que los primeros ingleses asentados en territorio de América fueron, como se conoce de manera amplia, unos granjeros que llevaban en sus venas el afán por el dinero.
Norteamérica es, sin que ello sea un descubrimiento , un territorio poblado por quienes le dieron prioridad a lo económico, hasta constituirse en el fundamento supremo de su existencia.
Desde un principios estuvieron motivados por la dedicación de su capacidad de trabajo a la actividad productiva, primero, en lo agrícola y progresivamente en lo industrial, hasta forjarlos en una sociedad autosuficiente que gradualmente la fue posesionando, al convertirse en federación , en una nación determinante frente a la vieja y ya decadente Europa, al igual que, en ese momento, la incipiente Asia.
Al producirse su pleno desarrollo como nación, y al visionar la necesidad de irrigar su fuerza capitalista hacia otros  lugares del mundo, se afianzaron como los mayores prestamistas ,con lo cual su bien motivado propósito de incrementar capital, los llevó a poner en  práctica toda suerte de estrategias para conseguir su objetivo.
Creyeron necesario entre sus estrategias, emplear su capital para hacerse a aliados políticos en cada región para el montaje de toda una maraña de decisiones administrativas que les facilitara acceder al manejo tanto de los recursos naturales, como de los propios gobiernos.
En ese propósito se perdió todo límite a la consideración por los pueblos, originándose la natural reacción en diferentes lugares..
El capitalismo fue y será, como se dijo, el fundamento supremo de la sociedad norteamericana y eso es plausible, pero quienes  se desviaron del enriquecimiento  con base a la fuerza laboral, por la especulación con el capital productivo,  merecen ser sometidos a un más estricto control para que su desbocado apetito económico, evite, de alguna manera, la presencia de tantas guerras impulsadas  por su mezquindad.

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