miércoles, 20 de julio de 2016

Que el proceso para la paz en Colombia, no sea una traición bien fraguada


Hoy, cuando se conmemora la independencia de la república, lograda un 20 de julio en un ya lejano 1810, el pueblo colombiano se enfrenta a la posibilidad de la próxima firma de un acuerdo para terminar con esa guerra que por casi 6 décadas , en la era  contemporánea, ha causado la muerte y desplazamiento de miles de inocentes víctimas.
En aquel lejano 1810, decididos patriotas tuvieron el coraje, la determinación, de declarar la desvinculación de la corona de España, para darle comienzo a una vida republicana en donde se actuara sin sujeción a extranjeros en la vida del pueblo.
La búsqueda de la pretendida autonomía, se trocó , con el correr del tiempo, en una guerra intestina de intereses políticos, económicos, que aún hoy no termina y que mantiene a la patria de Bolivar, Santander, Nariño y otros preclaros ciudadanos, además  del más humilde pero decidido soldado, sumido en un profundo caos, en el que solo los aventajados obtienen los grandes réditos.
Esa constante que ha vivido la historia, según la cual, se requiere del concurso de representativos ciudadanos del pueblo para que las luchas sociales salgan adelante, se vuelve a presentar en nuestro medio cuando son las altas figuras de la política y la economía  las que intervienen para hacer posible la firma de una paz que ha anhelado un pueblo cansado de ver caer asesinados a sus hijos y mirar cómo las principales ciudades se llenan de zonas tuguriales, conformadas por los desarraigados por esa violencia que unos cuantos insensatos que obtienen su luccro de ella, se afanan en mantener.
Parte de los responsables de esa violencia que aqueja a una nación que no halla la tranquilidad para un mejor desarrollo económico y social, se enfrenta en un diálogo abierto con el gobierno para deponer las armas. El pueblo aplaude esa actitud de quienes un día  soñaron con rememorar los momentos que permitieron dominar al enemigo español, de optar por la vía de lo político como lo expedito para cumplir sus anhelos, pensando que al final no se trate de una encerrona montada por una clase social que ha defendido sus privilegios, sus ventajas, que a su vez, se han convertido en las grandes talanqueras para que el país pueda caminar por el sendero de la justicia social, de la equidad.

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