domingo, 28 de agosto de 2016

La campaña contra la paz, con los mismos argumentos que llenaron de fosas comunes a la nación



Quien en política, dada su astucia, su truculencia verbal, logra imponerle sus criterios a una facción popular, generalmente acude a su ascendencia para maquinar a las masas a su acomodo.
Hoy Colombia vive con claridad el resultado de las maquinaciones aplicadas con toda astucia por quien se ha valido del aterciopelado engaño para llevar a sus seguidores por caminos que finalmente terminan siendo los equivocados.
Su capacidad de sometimiento mental es de tal grado que sus seguidores se resisten a acudir al serio y personal razonamiento que les permita actuar con criterio propio y evitar dejarse llevar cual pedazo de papel en el aire, debido a la extraña influencia.
Los colombianos padecieron el malsano influjo de quien en su condición de jefe de gobierno, sentó su influjo en todas las instituciones del estado, de manera especial en el sector de la justicia y las fuerzas militares. A los magistrados se les quiso hacer actuar a su conveniencia, además de ofrecer un vedado respaldo al paramilitarismo cuando no se les combatió con vigor, solamente por la intención de mantener la política de presunto exterminio a la subversión.
Los justificados excesos fueron  numerosos, mientras sectores de ciudadanos de la nación siguen llorando sus amargas expersiencias y de los que también fueron víctimas, de otra manera,  honestos  personajes que cayeron enredados al querer congraciarse  con el impetuoso y mesiánico mandatario.
Son numerosos los funcionarios, civiles y militares, que hoy viven en carne propia tales errores productos del falso discurso, discurso que con otras motivaciones, aun cuando en el fondo son las mismas, quiere seguir sujetando a un buen número del pueblo.
No es posible que un alto porcentaje de la nación permita que se le continúe manipulando de manera tan detestable. Su reacción se hace urgente para que se evite, como ocurrió en el reciente pasado, que por creer que lo actuado era lo correcto, hoy Colombia siga enfrentando una realidad, buscando por cada rincón del país una fosa común en la que yacen los restos de inocentes víctimas de la paranoia  que  se insiste en mantener.
Reacciona noble pueblo colombiano.

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