Lo ocurrido en Iguala, México, en donde 43 estudiantes fueron desaparecidos y luego , según los testimonios, masacrados, nos lleva a reflexionar acerca de la crisis social en la que se halla latinoamerica, en donde la vida del ser humano ha caído en el más bajo nivel de consideración, jamás visto.
La violencia, con todas sus ramificaciones o prácticas ha convertido tanto al hombre como a la mujer en un objeto para hacer con él lo que pueda arrojar un beneficio en cualquier sentido, en el caso que nos compete, en la significación , en su correspondiente medio, de la fuerza y violencia a la que puede llegar un determinado grupo delincuencial con tal de alcanzar su objetivo.
Ya se vio en Colombia, cuando los grupos al margen de la ley que buscaron su predominio en el narcotráfico o en la política, llenaron de fosas comunes a la nación con el consiguiente despslazamiento de millares de indefensos campesinos
Se puede asegurar que ninguno de los paises de latinoamerica ha quedado al margen de la violencia ejercida entre fuerzas del estrado en connivencia con sectores armados, con el soterrado consentimiento de sus principales autoridades.
La masacre de 43 estudiantes, si es que ello finalmente se comprueba, no podrá quedar en la impunidad, como ahora lo pretenden algunos miembros del gob ierno mexicano, quienes se han limitado a justificar el hecho al señalar que miembros no identificados de la policía de Iguala, estado Guerrero,, entregaron a un grupo de delincuentes a los jóvenes para que los desmembraran y los desaparecieran incinerándolos, hasta convertir en ceniza sus cuerpos.
Es la misma práctica, la fusión de algunos miembros de la polícia con delincuentes, para hacer próspero el negocio del narcotráfico.
La sociedad mexicana tiene que reaccionar con fuerza para que se le exija al presidente Peña Nieto, llegar hasta la verdad y lo más importante, aplicarle el peso de la ley a los culpables de tales crímenes.
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